domingo, 4 de octubre de 2009

Decisión precipitada.


Me tumbé boca abajo sobre el saco de dormir a la espera de que me cayera el mundo encima. Ojalá me enterrara allí mismo una avalancha. Deseaba de todo corazón que sucediera. No quería volver a verme el rostro en un espejo jamás en la vida.
No me avisó ningún sonido. Su mano fría salió de la nada y se deslizó entre mi pelo enmarañado. Me estremecí llena de culpabilidad ante su contacto.

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