jueves, 27 de agosto de 2009

Abzurdah.

Mis relaciones afectivas siempre fueron así: difíciles de concretar (..y hasta imposibles.) y dotadas de una obsesión incandescente. Una obsesión que me consume, que me mata, que me hiere y que aún así defiendo. Porque llegué a pensar que amor sin sufrimiento no era amor. Y Alejandro no me ofrecía ningún tipo de riesgo, ningún sufrimiento. Además, él vivía en Avellaneda y yo a más de 60 kilómetros. No podía ser, era imposible. Y por supuesto: no lo conocía. ¿Era imposible, dije? Era perfecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario